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Proyecto Oficio: La intimidad del arte chileno

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Lectura: 8 minutos

Fotografías por: Proyecto Oficio
Texto escrito por: Pablo Andulce

Si solo ofreciera una vitrina para el arte contemporáneo chileno ya sería aplaudible. Pero la serie de mini documentales Proyecto Oficio va más allá, adentrándose en la intimidad de los talleres y sus procesos, iluminando el discurso tras la obra,  revelando tanto el pensamiento como el trabajo manual.

El autor del video era un pintor de naturalezas y retratos. Abrió su cámara en modo selfie y afirmó frente a sus seguidores de TikTok e Instagram: “lo que se exhibe hoy en los museos como arte de vanguardia es basura”. A continuación recorrió las distintas salas del Museo de Bellas Artes cuestionando el uso de los espacios, el valor y la factura de las obras.

¿Te llegó ese viral?

Si para él, una persona que practica y conoce el arte, el acto de poner un puñado de tierra dentro de una caja de vidrio sobre un pedestal (una de las obras sobre las que ironiza en su video) era demasiado críptico; ¿qué puede esperar el público menos familiarizado?

Probablemente había en la sala un texto que iluminaba esa acción. Probablemente era vital saber de dónde venía ese puñado de tierra. Probablemente había una intención de resignificar. Muchas obras que se alejan de los formatos más tradicionales demandan un contexto, un relato para su comprensión, o al menos para tomar una posición frente a ellas.

¿Quiénes se encargan de entregarlo?

 “Sigue muy presente ese mito de que los artistas se mueven exclusivamente por  inspiración, cuando la mayoría trabaja a diario y arduo. Pero esos procesos creativos ocurren en sus talleres y son desconocidos por el público. Las únicas instancias de relación entre las dos partes son las galerías de arte y los espacios expositivos. Pero lo que ahí vemos son las obras finalizadas. Siento que al no conocer lo que hay en medio, de donde surgen estas obras, a veces el público no las entiende, no puede apreciarlas y las siente ajenas”, dice Paula Veliz, una de las gestoras de Proyecto Oficio, iniciativa que se propone llenar ese vacío.

Proyecto Oficio tiende un puente, acorta ese camino a través de cápsulas audiovisuales o mini documentales, de fácil entendimiento, que no requieren conocimientos previos y que, a través de divulgación los procesos, generan un cierta empatía hacia el trabajo de los artistas”, resume Gracia Mingo, la otra gestora del proyecto.

La misma Gracia es artista y fue quien detectó la necesidad de un espacio como Proyecto Oficio: “me preguntaba cómo no existe una plataforma, que no sea ni esté relacionada con una galería, donde se pueda exhibir el espacio íntimo del taller del artista. Estábamos todos confinados, sin poder exponer. Hacía falta un canal de conexión; nosotras quisimos agregar el valor de la intimidad y la gran diferencia que hace conocer el proceso creativo frente a una obra finalizada”.

Nora Unda, Rodrigo Arteaga o Macarena Alvarado –algunos de los artistas seleccionados por PO- no son principiantes, han expuesto y recibido algún grado de atención en los medios especializados; pero de ninguna manera se podría decir que son ‘los de siempre’. “Era uno de nuestros objetivos no recurrir a los más famosos. Nos atrajeron artistas que experimentan, que tienen un trabajo innovador con el material, que no necesariamente fueran ultraconocidos. Queríamos abrir el abanico. Hay millones de artistas y la gente conoce muy pocos”.

Incluso en su posición de editora de la revista VD de El Mercurio, con décadas de cercanía cotidiana con el mundo del arte, el mapeo que significó la selección de los artistas sorprendió a Paula Veliz: “encontramos algo bastante distinto al panorama más comercial. Vemos una generación nueva mucho más dispuesta a experimentar con materiales y lenguajes; pero que además no teme cruzar a otras disciplinas e incluso a la industria, colaborando con marcas de ropa, haciendo joyas y otros objetos”. El caso de Rodrigo Arteaga, cuya obra se mueve fluidamente entre ecología, arte sonoro, ciencia y botánica, es ejemplo de esas nuevas visiones retratadas en estos mini documentales.

Como proyecto que apunta al público más amplio posible, trata de iluminar el discurso y destacar la mano: “finalmente el artista crea con las manos y surgen muchas ideas en esa misma acción. Es interesante mostrar ese espacio porque es ahí donde todo se entiende”.

El oficio audiovisual de Cristóbal Amenábar traduce todas estas intenciones en un producto moderno y dinámico; con una duración cercana a los 10 minutos por pieza y que en esta primera temporada se compone de ocho capítulos. Temporadas sucesivas podrían ampliarse a quehaceres fuera del arte.

PD: Después de su legítimo desahogo, el pintor de naturalezas y retratos agradeció, a pesar de los insultos, las reacciones a su video. Dijo, y en eso tiene mucha razón, que lo importante es generar discusión.