Gente que Vibra_

Opinión_ Lo hermoso de lo imperfecto. Por Juan Pablo Fuentes

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Texto escrito por: Juan Pablo Fuentes, diseñador y director creativo de Qiiip. @juanpablofuentes

Una sociedad que tiene como objetivo lo áureo, lo bello, lo armónico, lo proporcionado está destinada a un viaje lleno de tristezas. Y es que lo perfecto aburre, es agradable de mirar, pero no se hace observable, no invita a detenerse en el detalle, sino que más bien encandila a través de lo superfluo, de la cáscara. Lo perfecto nos frustra, nos deja solos y nos lleva a una insatisfacción que nos aleja de la plenitud. No hay nada más imperfecto que lo perfecto. 

No soy sociólogo, ni antropólogo. Para analizar una sociedad hay expertos, de los cuales estoy bien lejos. Pero soy diseñador y testigo de primera línea de cómo el mundo del diseño no permite el error de lo hecho a mano; lo bello de ese artesanato elaborado con tiempo, con alma, con el aprendizaje que se hereda de otro y/o de una cultura completa. 

 Hoy la sociedad busca objetos que carecen de observación. Todo lo que un consumidor busca es lo impoluto. Lo vemos en los diseños del francés Philippe Starck que, salidos de una fábrica, son tan perfectos, que ya son una marca. Lo vemos en los autos de Tesla, que roban a la naturaleza sus curvas o contracurvas, y son tan hermosos que parecen delfines que, en las carreteras, simulan una trayectoria por los océanos. Ejemplos hay miles, es cuestión de que miren sus entornos: computadores, televisores, celulares, muebles. Los objetos con que nos rodeamos y que nos rodean. El efecto es de tal envergadura que nos molesta cuando nuestra ropa tiene una hilacha o un detalle. En un mundo de tecnología, lo humano pierde interés.

 Pero algo pasa en el diseño que lo bello es olvidable. Es extraño, pero en el diseño industrial trasciende lo que genera conversación. Así lo vemos con los diseños del grupo italiano Memphis que, a inicios de los años 80, golpean al italian design con objetos bruttos (feo en italiano), con una falta de Italia que hizo de este nuevo made in Italy algo extraordinario. Si retrocedemos unos 50 años, la idolatrada Bauhaus, por medio de la industrialización del vivir, nos entregó muebles, textiles y objetos que unieron a la máquina con el hombre, logrando un producto histórico que, lleno de imperfecciones, son aplaudidos cien años después. 

Actualmente Ronan y Erwan Bouroulle (Francia), Kostantine Grcic (Alemania), Patricia Urquiola (España-Italia), Paola Navone (Italia) y de los hermanos Campana (Brasil) exhiben obras que dan que hablar, se exponen en los mejores museos del mundo, son coleccionables en ferias de arte y diseño. Es singular que todos ellos, los mejores, tengan como base lo hecho a mano y sus consecuencias.

“La búsqueda de la perfección, sólo tiene como fin del viaje, un puerto lleno de inconclusos”.

No hay que olvidar que el objeto de diseño contemporáneo –Lockheed Lounge-, de Marc Newson, fue rematado en 2015 por más de 2.4 millones de libras. ¿Su valor? Fue hecho por las manos de Newson. Si googlean la pieza, se aprecian los detalles y “errores” de su potente  diseño como elementos imprescindibles. 

 El diseño perfecto es un antiguo desfile de Victoria’s Secret. Hermoso, pero olvidable.  

 Vamos a nuestro país. ¿Tiene Chile la capacidad de hacer un diseño perfecto? Obvio que sí. Hay diseñadores, y me incluyo, que estamos obsesionados por parecernos, o acercarnos, a una fabricación europea o asiática. Pero esa obsesión nos está alejando de un diseño conversable, de un diseño con identidad. Desde lo personal, no logro terminar mis creaciones, ya que busco que las tiendas que comercializan aplaudan la similar terminación de una marca de prestigio. Eso me estresa y desmoraliza. Por eso escribo este texto.  

En Chile debemos aceptar que no tendremos máquinas del primer mundo y debemos aprender que nuestro diferencial es lo hecho en modo semi industrial. Debemos dar valor al error; levantarlo, mostrarlo como dice el arquitecto Mauricio Léniz que, como mi docente, me enseñó que lo que no se puede ocultar, o hacer perfecto, se muestra como parte del diseño. Definitivamente, y 20 años después, debo tomar más en cuenta su advertencia.

Celebro en este texto lo hecho por The Andes House, que toma una madera endémica para crear hermosos objetos. Destaco el trabajo de los Nueve Design Studio, que pone en valor los límites de sus fábricas y diseñan junto con los operadores para lograr una media entre lo perfecto y lo propio. Cierro con el trabajo del arquitecto Matías Ruiz, que diseña desde lo máximo a lo mínimo, en dos escalas, y en sus objetos evidencia el error; deja al descubierto los pinchazos de soldaduras; no borra los cordones que unen piezas y no esconde las piezas sueltas unidas por las fuerzas de la gravedad. Le comenté hace un tiempo que su trabajo lumínico tiene la belleza de lo brutto de la lámpara Zettel, de Ingo Maurer. Un arquitecto de la luz que nunca buscó lo perfecto. 

Termino este texto bajo una Zettel, junto a un taburete de Emmanuel González, donde apoyo mis libros de diseño, y mirando una lámpara que no supe apreciar en algún momento y que terminé comprando, porque me enamoré de sus errores y porque parece ser pariente de mi mesa Tree, la cual, sigo buscando junto a mi socio, sea una modelo de Victoria’s Secret en tiempos en que lo imperfecto se tomará el mundo