Suena pretencioso, pero es textual la bajada de este libro; que después de Hygge y Lagom, vendría siendo como la filosofía Japo para alcanzar una vida más sana y feliz.

Sí, parece más bien una obsesión (esto de traerles libros que hablan de bienestar) y quizás debiera serlo. Pero que hayamos llegado a ciertos acuerdos y estándares para estudiar la felicidad y encontrar sentido donde nadie los ve, es parte de una lenta evolución y eso ya en sí, debería ponernos bastante felices: En definitiva reconocer la felicidad y hacer todo para que sea un sentimiento más duradero que simples y fugaces “momentos”.

En efecto, creo que este es el libro n° 10 que leo al respecto y lo primero es decir que siempre he admirado a los japoneses, principalmente por su sabiduría, pausa y orden. Y no saco de mi cabeza la hermosa imagen de los mundiales de fútbol, donde más allá si ganaba o perdía su selección, los ciudadanos nipones se quedaban limpiando sus espacios antes de retirarse del estadio. Siglos luz de lo que pasa en cualquier estadio latino.

Por eso tienen bastante autoridad y sensibilidad en dictar cátedra en cuanto a lograr estados de bienestar, desde los ya conocidos shinrinyoku (baños de bosque) e Ikigai (Alcanzar el equilibrio) a la caligrafía, la ceremonia del té y a su relación con la comida, donde logran alcanzar la plenitud mediante el ejercicio de sus tradiciones, filosofías y artes.

Y este libro justamente explica cómo incorporar estos aspectos al día a día y conocer además todo un mundo de palabras con significado para inspirarte e enriquecer tu mirada. Algunos ejemplos: wabi-sabi (la naturaleza efímera de la vida), el kaizen (técnicas de formación del hábito) o el kintsugi (la reparación de la cerámica quebrada con oro) Aunque no necesariamente puede ser “oro” Y me detengo en este punto porque es uno de los más especiales, al referirse no sólo a objetos, sino más bien a la metáfora de que la imperfección también puede ser bella.

En fin, si les interesó les dejo el dato, lo pueden encontrar en Buscalibre y en un par de semanas tenerlo en las manos.