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Sinestesia, Un lugar para pensar y hacer impacto

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Lectura: 12 Minutos

Fotografías por: Sinestesia
Texto escrito por: Pablo Andulce @pabloandulce

Ver a toda la familia de máquinas Precious Plastic -un proyecto open source concebido para que gente común pueda hacer reciclaje de plástico a pequeña escala- y a un grupo de jóvenes operándolas conduce fácilmente al error de pensar que Sinestesia gira exclusivamente en torno a la sustentabilidad. Hay que recordar que el desecho es un error de diseño para entender lo que realmente ocurre en este espacio ubicado en una callecita silenciosa entre Parque Bustamante y Vicuña Mackenna.

Sinestesia es una iniciativa que se define a sí misma como un ‘Think & Do Tank’: una infraestructura (el Tank) donde se idean proyectos (la fase Think) y se desarrollan de manera tangible (en eso consiste el Do). “Desde  las industrias creativas tratamos de generar nuevas posibilidades para enfrentar desafíos, concibiendo soluciones que tienen un triple impacto: social, tecnológico y ambiental”, explica Joaquín González, uno de sus directores.

 

Dentro de muchos otros proyectos, por ejemplo, actualmente trabajan con una emprendedora en el desarrollo de una plataforma de gestión para equidad de género en industrias. La asesoría de Sinestesia no es informática ni en temas de género; lo que ellos hacen es simple: utilizando los criterios del diseño y su red colaborativa, acompañan y facilitan el trayecto desde la idea a la realidad. “En nuestra metodología el primer paso es siempre hacia atrás; para incorporar más actores, abrirse y tomar impulso. Mientras más encuentros se den, más cosas nuevas van a aparecer. A diferencia de lo que suele ocurrir en la academia, evitamos actuar como un burbuja y tratamos de ser un espacio de industrias creativas hacía afuera”, agrega Joaquín.

“Lo que hacemos con ciertas es empresas es que con el mismo presupuesto que tienen para hacer A; nosotros hacemos A+, aumentando el desarrollo, la relación comunitaria, el impacto social y ambiental. Eso se puede hacer solo a través de este ecosistema de innovación, con esta red de creativos y creativas. Tanto el cowork, como los laboratorios y la academia dan sustancia para que la línea de consultoría pueda ser un multiplicador de oportunidades”, explica Alastair Aguilera, el otro director de Sinestesia.

En un futuro no muy lejano una gelatería podría servir sus helados en un potes hechos de borla de café o cáscara de plátano, en cosas como esas trabaja Renato González, químico formado en los años 60. En el recinto de enfrente se extiende un gran telón que viajará a la Bienal de Venecia, “cocinado” a partir de extractos de algas y otras sustancias; ahí mismo están los equipos de fabricación digital y de realidad virtual; sobre una mesa en la habitación de al lado hay un monstruo alado que protagonizará un corto stop motion en preparación. Sinestesia aprovecha al máximo sus dos pisos, prácticamente en cada uno de sus 350 m2 hay algo pasando.

Llegaron en 2018; al principio solo era un cowork –uno de verdad, donde los residentes realmente colaboran entre sí- y una academia, que próximamente se convertirá en OTEC. Hoy están en el mapa global de los FabLabs y de Precious Plastic (maquinaria open source para dar nuevos usos al desecha plástico) gracias a sus laboratorios donde se experimenta con tecnologías inmersivas, biomateriales, realidad virtual, arte lumínico, animación y fabricación digital, entre otras disciplinas. Estos laboratorios están abiertos a los miembros de su red para desarrollar ideas y prototipar.

“En Sinestesia vamos creando y fomentando en base a lo que residentes o proyectos de consultoría hacen emerger. Nosotros no estábamos metidos en biomateriales hasta que tuvimos necesidad de entrar en ellos y empezamos a desarrollar ciertos experimentos. Por eso hicimos el encuentro de Biomaterialistas. Nuestra expertiz no está en los biomateriales o la reutilización plásticos a través de máquinas Precious Plastic; está en la gestión exitosa de los proyectos que se gestan aquí”, explican los directores de Sinestesia. Ese éxito no solo se mide en su repercusión dentro de una determinada industria y posibles réditos; para ellos es fundamental que tengan vínculos con el ámbito público, privado, educativo y comunitario. “Así descubrimos la relación de un territorio y sus habitantes con un biomaterial. Es algo que hemos trabajado con comunidades de Rapa Nuí y con  la Municipalidad de Providencia. Eso lo llevamos a la tecnología inmersiva y se generaron cruces como el que sustenta el proyecto que irá a la Bienal de Venecia. Ese es un gran gol para nosotros”.

2022 trae muchísimas más oportunidades de “gol”: nuevos programas de formación en biomateriales, tecnologías inmersivas (metaverso), experiencias e interactividad sensorial y otro de Precious Plastic, donde enseñarán a fabricar máquinas, moldes y productos. Todos conducidos por miembros de su red, con reconocimiento nacional e internacional. Gracias a Fondarts obtenidos junto a organizaciones colaboradoras, llevarán su academia creativa a Iquique, Temuco y Puerto Natales. En 2022 se concreta también el encargo del Instituto Chileno del Acero y la FAU U. de Chile para crear y dirigir un centro de innovación en torno a este material.

Pero no siempre contaron con estos niveles de confianza y apoyo.

Bellastock  es una iniciativa francesa que invita a estudiar las problemáticas de la materia y su reutilización a través de arquitectura experimental, en el marco de un festival, en un lugar que se busca valorizar junto a sus recursos. Bellastock tuvo una versión chilena en 2013, y uno de sus organizadores fue Joaquín González, antes de establecer su sociedad con Alastair Aguilera bajo la figura de Sinestesia.

“Nos fuimos a Farellones con 10 mil botellas. Hicimos escenarios, mobiliario, workshops de experimentación. El festival duró un año y se financió con 10 millones. En ese momento solo una marca de vodka que recién entraba a Chile se interesó en parecer vinculada al reciclaje. Nadie se adelanta hasta que empieza a doler el bolsillo. Ahora que entra en vigencia la ley REP, la de plásticos de un solo uso y que muchas empresas se ven obligadas a cumplir requisitos internacionales, sería un hit hacer Bellastock; permitiría a todos cumplir algún indicador de su informe de fin de año”, dice Joaquín.

“Cuando se mira solo desde el punto de vista del mercado es difícil medir la utilidad de estos proyectos  porque muchas veces parten de algo muy rudimentario, muy nuevo, que  tendría que crecer a una escala muy grande para alcanzar los estándares de los negocios que se manejan en Chile. Sin embargo, la rentabilidad del proyecto se relaciona a educación, consciencia, impacto comunicacional, a instalar una noción que antes no estaba. Con ese sentido uno puede hacer un cambio. La escala pequeña permite hacer pruebas, generar estrategias”, complementa Alastair.

Estamos escuchando permanentemente sobre tal o cual material o tecnología revolucionaria desarrollada en una universidad chilena, pero rara vez la vemos llegar a la industria, impactar en las vidas de los consumidores y en el medioambiente. Después de ver cómo muchas se venden como patentes en Europa la pregunta es: ¿Hay más apertura en este momento?

 ¡Absolutamente! Hoy existe una política pública que obliga a la industria a hacerse cargo. Hace 8 años atrás era un tema de gente hippy, de la comunidad ecológica. Ahora es un tema de los directorios. Empiezan a plantearse el tema del reciclaje, los plásticos de un único uso. Eso hace que se alineen la gente que desarrolla proyectos con la industria que los puede aprovechar y apoyar. Se podría decir que antes era bien visto hacerlo. No considerarlo ahora es incluso condenable”, concluyen.

La piel que viajó a Venecia

En colaboración con el FabLab U. de Chile y un amplio grupo de profesionales, Sinestesia desarrolló una membrana que viajó a la Bienal de Venecia para ser utilizada como telón en el pabellón de Chile. Su composición permitía unirse una a otra mediante termosellado, evitando el uso de pegamentos y otros químicos, para la creación de una piel biomaterial de 30m2.